- Lun, 03 Oct 2022, 19:10
#728
NO creo ser resiliente. He resistido los sucesos de mi vida, pero no me he vuelto a recuperar a un estado inicial. Siento que Robert ha crecido y que varios sucesos han transformado mi vida. Veo lo que me ha pasado como una evolución. Es un proceso más que un suceso; con cosas positivas y claramente negativas. Pero no es un proceso individualizado. No creo en la afirmación que dice: “lo que no mata te hace más fuerte” o “hay que ir superando barreras.” Para mí ha sido trascendental vivir en Barcelona, tener la ayuda médica, mediática, de la sociedad, mi entorno social, familiar, y sentimental. Me ayuda mucho estar en una colectividad. Sin la ayuda de otras personas no podría haber llegado tan lejos.
Amor y duelo son, quizás, los temas más importantes en la vida. Pero a menudo cuando se habla de ellos se convierten en tópicos. Mi experiencia es que las dos personas que más quería ya no están aquí; han dejado esta vida. Pero estos sucesos que pueden destrozar a cualquiera, mi diversidad funcional me ha permitido superarlos. Tener diversidad funcional me ayuda a sobreponerme a las dificultades, y a las pérdidas que he vivido. En parte, ha salvado mi vida y me impulsa a seguir adelante con la cabeza alta.
No conviene hacer planes de futuro. En cuestión de segundos la vida puede cambiar totalmente. Según mi propia experiencia, en cualquier momento se puede tener un accidente casi mortal. Entonces los planes vitales cambian. Hay que reaccionar con optimismo, y al mismo tiempo centrarse en el presente. La inteligencia no te hace más feliz. Conceder escasa prioridad a ser inteligente me permite no anticiparme, ni hacer cálculos futuros. Esto es importante cuando se tiene —como yo— una diversidad funcional. Se está sumergido en un cambio constante; no sirve hacer planes de futuro. El mundo es dinámico, y el presente es lo que importa. Quiero compartir lo que he aprendido en esta nueva vida.
El amor ha sido muy intenso para mí. Ha teñido toda mi vida. Conocí a mi novia mientras hacíamos un máster de arquitectura en la Universidad de Harvard. Yo estudiaba
diseño urbano y ella paisajismo. Compartimos el mismo espacio de trabajo y hacíamos todo juntos. Cuando acabamos los estudios ella volvió a Ecuador y yo fui a trabajar a California. Durante dos años tuvimos una relación a distancia e hicimos todas las vacaciones juntos. Después de dos años en California me fui a vivir con ella a Ecuador. Formamos juntos un estudio de arquitectura llamado HAPI (Híbridos de Arquitectura, Paisajismo, e Investigación). Éramos muy felices y teníamos planes de formar una familia juntos. Pero todo acabó con un accidente de circulación un mes después: ella murió al instante, y yo quedé en estado de coma.
También tenía una relación muy intensa con mi hermana Carolina. Ella vivía en Toronto —era profesora en la Universidad de Toronto— pero siempre que podíamos en vacaciones nos juntábamos. Nos queríamos mucho. Ella me protegía mucho y me cuidó después de mi accidente. De forma inesperada y dolorosa hace dos años ella murió de un cáncer de hígado imparable, dejando dos hijitos pequeños: Elías y Gabriel. Lo último que dijo Carolina es que me quería. Yo le dije por el teléfono de mi madre —porque no pude viajar a Toronto por la pandemia de covid— que la quería mucho. Murió en ese instante.
La diversidad funcional me hace entender el amor de manera especial. Por mi diversidad funcional soy rechazado. Dificulta acercarse amorosamente a las personas. Mis estándares de belleza cambian por ir en silla de ruedas. Ya no es la belleza fácil o física. La belleza no es escalable. No se requiere un diez o en cinco en escala de belleza para enamorarse. Cuando vas en silla ruedas, la belleza no es un dato medible. Cuando te ven en silla de ruedas las personas ni te miran.
Además de mi diversidad funcional tengo dificultades de hablar. Mi cerebro ha perdido la facultad de hablar, aunque leo en varios idiomas. Por eso soy más claro con mis sentimientos, y más directo. A veces asusta a algunas chicas porque yo entiendo el amor de otra manera. Ahora pienso en el amor como varias cosas en la vida y no como algo dual. Amor no es sexo. Lo he comprobado yendo a los asistentes sexuales. Quería una relación, pero es algo que no ofrecen. Por eso gasté poco tiempo en asistentes sexuales.
El mundo cambia. Ahora estoy viviendo con Yulene y la quiero mucho. La conocí hace cinco años a través de una web de citas. Ella fue la primera y la única cita. Me hace feliz y lo hago todo con ella. Vivimos en un piso en Sarrià, Barcelona, que pude comprar. Me gusta ir al gimnasio, para fortalecer mi cuerpo y también poder comer así lo que quiero.
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También ella me proporciona estabilidad emocional después del divorcio de mis padres. Pero lo que más me preocupa es el bienestar y felicidad de mi novia actual. Ya no es el ego que busca placer. Lo que más me importa es la ternura y la felicidad.
El duelo es personal también. He vivido la muerte con mucha intensidad. Una parte es el duelo por mi hermana y por mi novia. Pero yo también sufro personalmente un duelo. Es una manera de hablar decir que he tenido dos vidas; pero el accidente de coche ha cambiado de forma radical mi Robert antiguo. Es posible que sea la misma persona y no he cambiado en lo fundamental, pero mi estado, objetivos, e intereses han cambiado mucho. Mi Robert actual es de supervivencia, para poder superar las consecuencias del accidente. Con mi diagnosis de “lesión axonal difusa” solo tenía un 10% de posibilidades de sobrevivir. Los doctores pensaban y le pidieron a mi madre de donar mis órganos. Digo que he vuelto a nacer, que soy otro, aunque en realidad no lo es totalmente. Cada año celebro dos cumpleaños: el de mi nacimiento y el del accidente.
El intentar sobreponerme a mis limitaciones por el accidente me permite superar el duelo. Intento cuidarme más, y hacer más ejercicio. La mente me preocupa, por eso psicológicamente me controlo. Mi hermana antes de morir me dijo que a todas las personas les llega la muerte. Carolina estaba agradecida por la vida que había vivido. Yo agradezco la vida que he tenido, y miro hacia un futuro pleno. Pero nunca olvido a las personas que nos han dejado. No hay que olvidar. Me gusta compartir cada momento con otras personas. Mi diversidad funcional me hace entender el duelo y la muerte de otra manera. Miro al mañana con optimismo.
Amor y duelo son, quizás, los temas más importantes en la vida. Pero a menudo cuando se habla de ellos se convierten en tópicos. Mi experiencia es que las dos personas que más quería ya no están aquí; han dejado esta vida. Pero estos sucesos que pueden destrozar a cualquiera, mi diversidad funcional me ha permitido superarlos. Tener diversidad funcional me ayuda a sobreponerme a las dificultades, y a las pérdidas que he vivido. En parte, ha salvado mi vida y me impulsa a seguir adelante con la cabeza alta.
No conviene hacer planes de futuro. En cuestión de segundos la vida puede cambiar totalmente. Según mi propia experiencia, en cualquier momento se puede tener un accidente casi mortal. Entonces los planes vitales cambian. Hay que reaccionar con optimismo, y al mismo tiempo centrarse en el presente. La inteligencia no te hace más feliz. Conceder escasa prioridad a ser inteligente me permite no anticiparme, ni hacer cálculos futuros. Esto es importante cuando se tiene —como yo— una diversidad funcional. Se está sumergido en un cambio constante; no sirve hacer planes de futuro. El mundo es dinámico, y el presente es lo que importa. Quiero compartir lo que he aprendido en esta nueva vida.
El amor ha sido muy intenso para mí. Ha teñido toda mi vida. Conocí a mi novia mientras hacíamos un máster de arquitectura en la Universidad de Harvard. Yo estudiaba
diseño urbano y ella paisajismo. Compartimos el mismo espacio de trabajo y hacíamos todo juntos. Cuando acabamos los estudios ella volvió a Ecuador y yo fui a trabajar a California. Durante dos años tuvimos una relación a distancia e hicimos todas las vacaciones juntos. Después de dos años en California me fui a vivir con ella a Ecuador. Formamos juntos un estudio de arquitectura llamado HAPI (Híbridos de Arquitectura, Paisajismo, e Investigación). Éramos muy felices y teníamos planes de formar una familia juntos. Pero todo acabó con un accidente de circulación un mes después: ella murió al instante, y yo quedé en estado de coma.
También tenía una relación muy intensa con mi hermana Carolina. Ella vivía en Toronto —era profesora en la Universidad de Toronto— pero siempre que podíamos en vacaciones nos juntábamos. Nos queríamos mucho. Ella me protegía mucho y me cuidó después de mi accidente. De forma inesperada y dolorosa hace dos años ella murió de un cáncer de hígado imparable, dejando dos hijitos pequeños: Elías y Gabriel. Lo último que dijo Carolina es que me quería. Yo le dije por el teléfono de mi madre —porque no pude viajar a Toronto por la pandemia de covid— que la quería mucho. Murió en ese instante.
La diversidad funcional me hace entender el amor de manera especial. Por mi diversidad funcional soy rechazado. Dificulta acercarse amorosamente a las personas. Mis estándares de belleza cambian por ir en silla de ruedas. Ya no es la belleza fácil o física. La belleza no es escalable. No se requiere un diez o en cinco en escala de belleza para enamorarse. Cuando vas en silla ruedas, la belleza no es un dato medible. Cuando te ven en silla de ruedas las personas ni te miran.
Además de mi diversidad funcional tengo dificultades de hablar. Mi cerebro ha perdido la facultad de hablar, aunque leo en varios idiomas. Por eso soy más claro con mis sentimientos, y más directo. A veces asusta a algunas chicas porque yo entiendo el amor de otra manera. Ahora pienso en el amor como varias cosas en la vida y no como algo dual. Amor no es sexo. Lo he comprobado yendo a los asistentes sexuales. Quería una relación, pero es algo que no ofrecen. Por eso gasté poco tiempo en asistentes sexuales.
El mundo cambia. Ahora estoy viviendo con Yulene y la quiero mucho. La conocí hace cinco años a través de una web de citas. Ella fue la primera y la única cita. Me hace feliz y lo hago todo con ella. Vivimos en un piso en Sarrià, Barcelona, que pude comprar. Me gusta ir al gimnasio, para fortalecer mi cuerpo y también poder comer así lo que quiero.
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También ella me proporciona estabilidad emocional después del divorcio de mis padres. Pero lo que más me preocupa es el bienestar y felicidad de mi novia actual. Ya no es el ego que busca placer. Lo que más me importa es la ternura y la felicidad.
El duelo es personal también. He vivido la muerte con mucha intensidad. Una parte es el duelo por mi hermana y por mi novia. Pero yo también sufro personalmente un duelo. Es una manera de hablar decir que he tenido dos vidas; pero el accidente de coche ha cambiado de forma radical mi Robert antiguo. Es posible que sea la misma persona y no he cambiado en lo fundamental, pero mi estado, objetivos, e intereses han cambiado mucho. Mi Robert actual es de supervivencia, para poder superar las consecuencias del accidente. Con mi diagnosis de “lesión axonal difusa” solo tenía un 10% de posibilidades de sobrevivir. Los doctores pensaban y le pidieron a mi madre de donar mis órganos. Digo que he vuelto a nacer, que soy otro, aunque en realidad no lo es totalmente. Cada año celebro dos cumpleaños: el de mi nacimiento y el del accidente.
El intentar sobreponerme a mis limitaciones por el accidente me permite superar el duelo. Intento cuidarme más, y hacer más ejercicio. La mente me preocupa, por eso psicológicamente me controlo. Mi hermana antes de morir me dijo que a todas las personas les llega la muerte. Carolina estaba agradecida por la vida que había vivido. Yo agradezco la vida que he tenido, y miro hacia un futuro pleno. Pero nunca olvido a las personas que nos han dejado. No hay que olvidar. Me gusta compartir cada momento con otras personas. Mi diversidad funcional me hace entender el duelo y la muerte de otra manera. Miro al mañana con optimismo.