Cristina Chacón tuvo que llamar a una ambulancia, pero no pudo subirse a ella. Necesitaba ser trasladada al hospital, pero, cuando llegó la ambulancia, la silla de ruedas a motor que utiliza no cabía en el vehículo. Como explica ella: “No puedo estar sin mi silla porque son mis piernas” y, al final, tuvo que pedir y pagar un taxi adaptado (de ida al hospital y vuelta a casa).
La accesibilidad no consiste solo en poner rampas sino en disponer lo necesario para una participación plena, con la máxima libertad, seguridad y autonomía posible. Margarita Cánovas, del colectivo de mujeres con discapacidad FRYDAS, denuncia que: “Tenemos una ley de accesibilidad universal desde hace muchos años (desde el 2013) y se supone que es ilegal que un lugar público sea inaccesible, pero sigue ocurriendo en comisarías, etc.”.
La existencia de problemas en el transporte es habitual, como es lo sucedido con Rafael Ibáñez, cuando una aerolínea perdió su silla de ruedas y tardó 24 horas en recuperarla. O la falta de accesibilidad en Renfe, como apunta Ibáñez: “es indignante que solo haya dos plazas adaptadas para personas que viajan con silla eléctrica en los trenes de Renfe, sobre todo, cuando parece algo técnicamente fácil de solucionar, como es habilitar más espacio”.
Otros problemas identificados tienen que ver con la falta de accesibilidad de las estaciones de metro y Cercanías, el incumplimiento del 5% de taxis adaptados marcado por ley en muchas ciudades, la poca información en las páginas web para conocer si los lugares son accesibles (hoteles, excursiones, …), etc. Como señala Maite Blasco: “Hay alojamientos que me han dicho que son accesibles porque no tienen ningún escalón y me han dado una habitación con bañera, ¡también me gustaría ducharme!”.
Como afirma Óscar Moral, del Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI) aún “vamos con mucho retraso”, ya que la Ley de Accesibilidad Universal marcó el 2017 como final de plazo, pero todavía queda mucho trabajo por hacer.
Fuente: RTVE