Siempre se ha dicho que las crisis son oportunidades. Generalmente se habla en un sentido económico de este hecho, pero en este caso la crisis de la pandemia de la COVID-19 ha puesto de relieve y nos ha enfrentado a una realidad que ha estado invisibilizada durante muchos años, y que, seguramente, asumíamos como un mal menor o de una gravedad relativa. Y si no, respondedme a una pregunta: ¿Qué echasteis en falta durante los meses del primer confinamiento de la pandemia? Sí, sí, esos tres meses entre marzo y junio del año pasado.

Probablemente en los últimos meses habremos escuchado en varias ocasiones la expresión “el teletrabajo ha venido para quedarse”. Pero a pesar de ello y de que todo apunta a que va a ser un cambio estructural imparable, ¿qué certeza tenemos de ello? ¿Qué entendemos cuando hablamos de teletrabajo?, ¿qué ventajas e inconvenientes conlleva?, ¿tendrá implicaciones para las personas con una discapacidad?

La prevalencia de la discapacidad está aumentando en los últimos años debido al envejecimiento de la población y a los avances científico-técnicos, entre otros motivos. Con la constatación de que la discapacidad no es solo un problema médico, durante los últimos años se ha realizado un esfuerzo considerable para tratar de comprender y medir su impacto social.