Lo primero que invadió a Marc fue el pesimismo: “Ya puedes dejar de perseguir tu sueño porque: ¿quién necesita un actor en silla de ruedas?”. Afortunadamente, se equivocaba. Se apuntó a un curso de teatro inclusivo, dirigido a personas con y sin discapacidad, y gracias a ello conoció a Emili Corral, dramaturgo y director teatral que le ofreció un papel. “Y así pude subir a un escenario como actor profesional”, explica con orgullo.
Actualmente está trabajando como ayudante de dirección, y en un futuro le gustaría estudiar Dirección y Dramaturgia. “Tenemos que adoptar el papel de creadores”, argumenta. “No hace falta que el hecho de tener una discapacidad sea definitorio para el personaje. La naturaleza del teatro lo permite: de la misma forma que un escenario vacío con luz radiante y gente en bañador puede evocar una playa, una persona en silla de ruedas puede ser abogada o salvar el mundo”. Y por ese defiende la utilidad de entidades como la compañía Diversitat Teatral o la iniciativa Liant la Troca, que trabajan para dar visibilidad a actores y actrices con discapacidad.
Fuera del mundo laboral, le sorprende que a la gente le parezca “transgresora” la imagen de una persona en silla de ruedas en una discoteca: “Debería ser lo más normal del mundo, pero existe una idea preconcebida de que las personas con discapacidad se encierran en su casa”. ¿Cómo solucionarlo? “Precisamente saliendo de fiesta”, sonríe.